Monday, April 28, 2008

4ta Discontinuidad



Peralta, Jonathan

Pino, Lionel

Cuento de Asimov del libro "Yo, robot"

3
Razón


Medio año después los dos amigos habían cambiado de manera de pensar.
La llamarada de un gigantesco sol había dado paso a la suave oscuridad del espacio, pero las variaciones externas significan poco en la labor de comprobar las actuaciones de los robots experimentales. Cualquiera que sea el fondo de la cuestión, uno se encuentra frente a frente con un inescrutable cerebro positónico, que según los genios de la ciencia, tiene que obrar de esta u otra forma.
Pero no es así. Powell y Donovan se dieron cuenta de ello antes de llevar en la Estación dos semanas.
Gregory Powell espació sus palabras para dar énfasis a la frase.
‑‑Hace una semana Donovan y yo te pusimos en condiciones... ‑Sus cejas se juntaron con un gesto de contrariedad y se retorció la punta del bigote.
En la cámara de la Estación Solar 5 reinaba el silencio, a excepción del suave zumbido del poderoso Haz Director en las bajas regiones.
El robot Qt‑1 permanecía sentado, inmóvil. Las bruñidas placas de su cuerpo relucían bajo las luxitas, y las células fotoeléctricas que formaban sus ojos estaban fijas en el hombre de la Tierra, sentado al otro lado de la mesa.
Powell refrenó un súbito ataque de nervios. Aquellos robots poseían cerebros peculiares. ¡Oh, las tres Leyes Robóticas seguían en vigor!
Tenían que seguir. Todo el personal de la U.S. Robots, desde el mismo Robertson hasta el nuevo barrendero insistirían en ella. ¡De manera que Qt‑1 estaba a salvo! Y sin embargo..., los modelos Qt eran los primeros de su especie y aquél era el primero de los Qt. Los cálculos matemáticos sobre el papel no siempre eran la protección más tranquilizadora contra los gestos de los robots.
Finalmente, el robot habló. Su voz tenía la inesperada frialdad de un diagrama metálico.
‑‑¿Te das cuenta de la gravedad de una tal declaración, Powell? ‑‑"Algo" te ha hecho, Cutie ‑le hizo ver Powell‑. Tú mismo reconoces que tu memoria parece brotar completamente terminada del absoluto vacío de hace una semana. Te doy la explicación. Donovan y yo te montamos con las piezas que nos mandaron.
Cutie contempló sus largos dedos afilados con una curiosa expresión humana de perplejidad.
‑‑Tengo la impresión de que todo esto podría explicarse de una manera más satisfactoria. Porque, que "tú" me hayas hecho a "mí", me parece improbable.
‑‑¡En nombre de la Tierra! ¿Por qué? ‑exclamó Powell, ech ndose a reír.
‑‑Ll malo intuición. Hasta ahora es sólo esto. Pero pienso razonarlo.
Un encadenamiento de válidos razonamientos sólo puede llevar a la deter minación de la verdad, y a esto me atendré hasta conseguirla.
Powell se levantó y volvió a sentarse en el extremo de la mesa, cerca del robot. Sentía súbitamente una fuerte simpatía por el extraño mecanismo. No era en absoluto como un robot ordinario, que realizaba su tarea rutinaria en la estación con la intensidad de un sendero positónico profundamente marcado.
Puso una mano sobre el hombro de acero de Cutie y notó la frialdad y dureza del metal.
‑‑Cutie ‑dijo‑. Voy a tratar de explicarte algo. Eres el primer robot que ha manifestado curiosidad por su propia existencia... y el primero, a mi modo de ver, suficientemente inteligente para comprender el mundo exterior. Ven conmigo.
El robot se levantó lentamente y siguió a Powell con sus pasos que hacía silenciosos la gruesa suela de esponja de caucho. El hombre de la Tierra apretó un botón y un panel cuadrado de pared se deslizó a un lado. El grueso y claro vidrio de la portilla dejó ver el espacio... cuaja do de estrellas.
‑‑Ya he visto esto por las ventanas de observación de la sala de máquinas ‑dijo Cutie.
‑‑Lo sé ‑dijo Powell‑. ¿Qué crees que es? ‑‑Exactamente lo que parece; un material negro detr s de este cristal, salpicado de puntos brillantes. Sé que nuestro director manda rayos desde algunos de estos puntos, siempre los mismos; y también que estos puntos se mueven y que los rayos se mueven con ellos. Eso es todo.
‑‑¡Bien! Ahora quiero que me escuches atentamente. Lo negro es vacío, inmensa extensión vacía que se extiende hasta el infinito. Los pequeños puntos brillantes son enormes masas de materia saturadas de energía. Son globos, algunos de ellos de millones de kilómetros de di metro, y para que puedas compararlos te diré que esta estación tiene sólo mil quinientos metros de ancho. Parecen tan pequeños porque están increíblemente lejos.
>Los puntos a los cuales van diri gidos nuestros haces de energía están más cercanos y son más pequeños. Son fríos y duros y los seres humanos como yo mismo, vivimos en su superficie; somos varios millones. Es de uno de estos mundos de donde Donovan y yo venimos. Nuestros rayos alimentan estos mundos con energía sacada de uno de estos grandes globos incandescentes que se encuentran cerca de nosotros.
A este globo lo llamamos Sol y está del otro lado de la Estación, donde no puedes verlo.
Cutie permanecía inmóvil al lado de la portilla, como una estatua de acero. Sin volver la cabeza, dijo: ‑‑¿De qué punto de luz pretendes venir? ‑‑Allí está ‑dijo Powell después de haber buscado‑. Aquel tan brillante de la esquina. Lo llamamos Tierra. La buena y vieja Tierra. Somos tres billones en él, Cutie, y dentro de unas dos semanas volveré a estar allá con ellos.
Y entonces, cosa sorprendente, Cutie pareció canturrear, distraído.
No era en realidad una tonada, pero poseía la curiosa calidad sonora de un "pizzicato". Cesó tan r pidamente como había empezado.
‑‑¿Y de dónde vengo yo, Powell? No me has explicado "mi" existencia.
‑‑Todo lo demás es sencillo. Cuando estas estaciones fueron establecidas por primera vez para alimentar de energía solar los planetas, eran regidas por seres humanos. Sin embargo, el calor, las fuertes radiaciones solares y las tempestades de electrones hacían la estancia en el puesto difícil. Se perfeccionaron los robots para sustituir el trabajo humano y ahora sólo necesitan dos jefes para cada estación. Estamos tratando de reemplazar incluso a estos dos y aquí es donde intervienes tú. Tú eres el tipo de robot más perfeccionado, y si demuestras la capacidad de dirigir esta estación independientemente, jamás un ser humano volverá a poner los pies aquí, salvo para traer las piezas de recambio para reparaciones.
Su mano se levantó y la placa de metal volvió a caer en su sitio. Powell volvió a la mesa y frotó una man zana contra la manga antes de morderla. El rojo resplandor de los ojos del robot detuvo un ademán.
‑‑¿Esperas acaso que dé crédito a ninguna de estas absurdas hipótesis que acabas de exponerme? ‑dijo lentamente‑. ¿Por quién me tomas? Powell escupió fragmentos de manzana sobre la mesa y se puso colorado.
‑‑¡Pero, maldito sea! ¡No son hipótesis, son hechos!
‑‑¡Globos de energía de millones de kilómetros de anchura! ‑dijo Cutie amargamente‑. ¡Mundos con tres billones de seres humanos! ¡El vacío infinito!... Lo siento, Powell, pero no creo nada de esto. Lo resolveré yo solo. Adiós.
Dio la vuelta y salió de la cámara

Pasó por delante de Michael Donovan, hizo una inclinación de cabeza al llegar al umbral y salió al corredor, ignorante de la expresión de asombro de los dos hombres.
Mike Donovan se pasó la mano por el rojo cabello y dirigió una mirada de contrariedad a Powell.
‑‑¿Qué diablos estaba diciendo el maldito artefacto este? ¿Qué es lo que no cree? ‑‑Es un escéptico ‑dijo el otro, mordiéndose nerviosamente el bigote‑.
No cree que lo hayamos fabricado, ni que la Tierra exista, ni que haya un espacio estrellado.
‑‑¡Por el viejo Saturno! Ha salido un robot loco de nuestras manos...
‑‑Dice que va a resolver el problema él solo.
‑‑Bien, en este caso, espero condescenderá a explicarme todo lo que descubra. ‑Y con súbita rabia, añadió‑: ¡Oye! ¡Como ese montón de metal me largue a mí una de éstas, le parto esta varilla de cromio en la espalda!
Se sentó encogiéndose de hombros y se sacó una novela del bolsillo.
‑‑Este robot empieza a darme grima, de todos modos. Es demasiado inquisitivo...
Mike Donovan se estaba comiendo un bocadillo de lechuga y tomate cuando Cutie llamó suavemente a la puerta y entró.
‑‑¿Está aquí Powell? Donovan le contestó con voz pausada y apagada por la masticación.
‑‑Está reuniendo datos sobre la función de las corrientes electrónicas. Parece que nos acercamos a una tormenta.
En aquel momento entró Gregory Powell, miró un papel lleno de cifras que traía en la mano y se sentó. Dejó las hojas sobre la mesa y comenzó a hacer cálculos. Donovan lo miraba, masticando la lechuga y recogiendo las migas de pan. Cutie esperaba, silencioso.
‑‑El potencial Zeta se eleva, pero lentamente ‑dijo Powell levantando la vista‑. De todos modos, las corrientes funcionales son errantes y no sé qué esperar. ¡Ah, hola, Cutie!
Creía que estabas vigilando la instalación de la nueva "barra de mando".
‑‑Ya está instalada ‑dijo el robot tranquilamente‑ y he venido a sostener una conversación con vosotros.
‑‑¡Ah!... ‑dijo Powell, aparentemente inquieto‑. Bien, siéntate. No, en esta silla, no. Una de las patas es floja y no resistiría tu peso.
‑‑He tomado una decisión ‑dijo el robot, después de haber obedecido.
Donovan levantó la vista y dejó los restos de su bocadillo a un lado. Se disponía a hablar, pero Powell le hizo guardar silencio con un gesto.
‑‑Sigue, Cutie.Te escuchamos.
‑‑He pasado estos dos últimos días en concentrada introspección ‑dijo Cutie‑, y los resultados han sido de lo más interesante. Empecé por un seguro aserto que consideré podía permitirme hacer. Yo, por mi parte existo, porque pienso...
‑‑¡Ah, por Júpiter... un robot Descartes! ‑gruñó Powell.
‑‑¿Quién es Descartes? ‑preguntó Donovan‑. Oye, ¿es que tenemos que estar aquí sentados escuchando a este loco metálico...? ‑‑¡C llate, Mike!
‑‑Y la cuestión que inmediatamente se presenta ‑continuó Cutie imperturbable‑, es: ¿cu l es exactamente la causa de mi existencia? Powell se quedó con la boca abierta.
‑‑Estás diciendo tonterías. Ya te he dicho que te hicimos nosotros.
‑‑Y si no nos crees, con gusto volveremos a hacerte pedazos ‑añadió Donovan.
El robot tendió sus fuertes manos con un gesto de imploración.
‑‑No acepto nada por autoridad.
Una hipótesis debe ser corroborada por la razón, de lo contrario, carece de valor; y es contrario a todos los dictados de la lógica suponer que vosotros me habéis hecho.
Powell detuvo con su mano el gesto amenazador de Donovan.
‑‑¿Por qué dices esto, exactamente?
Cutie se echó a reír. Era una risa inhumana, la risa más mecanizada que había surgido jamás. Era aguda y explosiva, regular como un metrónomo y sin matiz alguno.
‑‑Fíjate en ti ‑dijo finalmente‑.
No lo digo con espíritu de desprecio, pero fíjate bien. Estás hecho de un material blando y flojo, sin resistencia, dependiendo para la energía de la oxidación ineficiente del material org nico... como esto ‑añadió señalando con un gesto de reprobación los restos del bocadillo de Donovan‑.
Pas is periódicamente a un estado de coma, y la menor variación de temperatura, presión atmosférica, la humedad o la intensidad de radiación afecta vuestra eficiencia. Sois "alterables".
>Yo, por el contrario, soy un producto acabado. Absorbo energía eléctrica directamente y la utilizo con casi un ciento por ciento de eficiencia. Estoy compuesto de fuerte metal, estoy consciente constantemente y puedo soportar fácilmente los más extremados cambios ambientales. Estos son hechos que, partiendo de la irrefutable proposición de que ningún ser puede crear un ser más perfecto que él, reduce vuestra tonta teoría a la nada.
Las maldiciones murmuradas en voz baja por Donovan brotaron inteligibles al levantarse frunciendo sus rojas cejas.
‑‑¡Muy bien, hijo de unos desperdicios de metal! Si no te hicimos nosotros, ¿quién te hizo? ‑‑Muy bien, Donovan ‑asintió Cutie gravemente‑. Esta era, desde luego, la cuestión siguiente. Evidentemente, mi creador tiene que ser más poderoso que yo y, por lo tanto, sólo cabía una hipótesis.
Los dos hombres de la Tierra le miraban sin expresión y Cutie prosiguió: ‑‑¿Cu l es el centro de las actividades aquí en la Estación? ¿Al servicio de quién estamos todos? ¿Qué absorve toda nuestra atención? Esperó, a la expectativa. Donovan miró asombrado a su compañero.
‑‑Apostaría a que este amasijo de tornillos está hablando del mismo Transformador de Energía.
‑‑¿Es así, Cutie? ‑preguntó Powell.
‑‑Estoy hablando del Señor ‑fue la fría respuesta que siguió.
Aquello fue la señal del estallido de risas de Donovan y el mismo Powell se permitió esbozar una sonrisa.
Cutie se puso de pie y sus ojos brillantes se fijaron en uno y después en el otro.
‑‑Da lo mismo lo que penséis y no me extraña que os neguéis a creerlo.
Vosotros no tenéis que estar mucho tiempo aquí, estoy seguro de ello.
Powell mismo ha dicho que al principio sólo los hombres servían al Señor; que después vinieron los robots para el trabajo rutinario; y finalmente yo, para dirigir. Los hechos son sin duda verdaderos, pero la explicación es completamente ilógica.
¿Queréis saber la verdad que hay detr s de todo esto? ‑‑Sigue, Cutie, me diviertes.
‑‑El Señor creó al principio el tipo más bajo, los humanos, formados más fácilmente. Poco a poco fue reemplaz ndolos por robots, el siguiente paso, y finalmente me creó a mí, para ocupar el sitio de los últimos humanos. A partir de ahora sirvo al Señor.
‑‑No har s nada de esto ‑dijo Powell secamente‑. Seguir s nuestras órdenes y te estar s tranquilo hasta que estemos convencidos de que puedes dirigir el Transformador. ¡Escucha!
"El Transformador", no el Señor.
Si no nos convences, ser s desmonta do. Y ahora, si no te importa...
puedes marcharte. Y llévate estos datos y regístralos debidamente.
Cutie aceptó los gr ficos que le tendían y salió sin decir palabra.
Donovan se echó atr s en su silla y se mesó los cabellos.
‑‑Ese robot nos va a dar trabajo.
¡Está como una cabra!

* * *

El soñoliento zumbido del Transformador se oye más fuerte en la cámara de mando y mezclado a él se oye la aspiración de los contadores Geiger y el intermitente ruido de las señales luminosas.
Donovan apartó los ojos del telescopio y encendió los Luxites.
‑‑El haz de Estación 4 capta Marte en horario. Podemos cortar los nuestros ya.
Powell parecía abstraído.
‑‑Cutie está en el cuarto de máquinas. Le daré la señal y puede hacerse cargo de ello. Oye, Mike, ¿qué piensas de estas cifras? Donovan las estudió atentamente y lanzó un silbido de perplejidad.
‑‑¡Hombre, esto es lo que yo llamo intensidad de rayos gamma! El viejo Sol hace de las suyas...
‑‑Sí ‑respondió Powell amargamente‑, estamos en mala posición para aguantar una tormenta de electrones, además. Nuestro haz de Tierra está probablemente en el sendero indicado.
‑Apartó su silla de la mesa‑. ¡Cuernos! ¡Si tan sólo aguantase hasta que venga el relevo, pero lleva ya diez días! Oye, Mike, ¿y si fueses abajo a echar una mirada a Cutie? ‑‑O.K. Dame algunas de estas almendras. ‑Agarró el saquito que le arrojó Powell y se dirigió hacia el ascensor.
El instrumento se deslizó suavemente hacia abajo y se detuvo en la pequeña puerta de la sala de máquinas.
Donovan se asomó a la barandilla y miró hacia abajo. Los enormes generadores estaban en plena acción y de los tubos‑L salía el agudo silbido que saturaba toda la estación.
Vio la enorme y reluciente figura de Cutie al lado del tubo‑L de Marte, observando atentamente los demás robots que trabajaban al unísono.
Y entonces Donovan se quedó rígido. Los robots, que parecían empequeñecidos junto al enorme tubo‑L, estaban alineados delante de él, con la cabeza doblada en ángulo recto, mientras Cutie andaba lentamente arriba y abajo por delante de ellos.
Transcurrieron quince segundos y entonces, con un estruendo metálico que retumbó en la estancia, cayeron todos de rodillas.
Donovan bajó precipitadamente la estrecha escalera. Corrió hacia ellos, con el rostro rojo como sus cabellos, agitando furiosamente los puños en el aire.
‑‑¿Qué diablos significa esto, idiotas sin seso? ¡Vamos! ¡Ocupaos del tubo‑L! ¡Como no lo teng is en perfecta condición, limpio, antes de que termine el día, os coagulo el cerebro con corriente alterna!
Ni un solo robot se movió.
Incluso Cutie, en el extremo, el único que estaba de pie, permaneció silencioso, con la mirada fija en los oscuros rincones de la gran máquina que tenía delante. Donovan dio un fuerte empujón al primer robot.
‑‑¡Levántate! ‑rugió.
Lentamente el robot obedeció.
Sus ojos fotoeléctricos se fijaron con reproche sobre el hombre de la Tierra.
‑‑No hay más Señor que el Señor ‑dijo‑, y Qt‑1 es su profeta, ‑‑¿Eh?... ‑Donovan se encontró frente a veinte pares de ojos fijos en él y veinte voces de timbre metálico que declaraban solemnemente: ‑‑"No hay más Señor que el Señor y Qt‑1 es su profeta...".
‑‑Temo ‑dijo Cutie al llegar a este punto‑, que mis amigos obedecen ahora a alguien más alto que tú.
‑‑¡Qué diablos dices! ¡Sal de aquí inmediatamente! Ya te arreglaré las cuentas más tarde, y a estos chismes animados, ahora mismo.
‑‑Me apena ‑dijo Cutie lentamente moviendo despacio la cabeza‑, pero veo que no me entiendes. Todos estos son robots, y por lo tanto seres dotados de razón. Les he predicado la Verdad y ahora reconocen al Señor. Me llaman el Profeta. Soy indigno de ello ‑añadió bajando la cabeza, pero quiz ...
Donovan consiguió recobrar el aliento e hizo uso de él.
‑‑¿Sí, eh?... ¡Vaya, qué bonito!... Pues escucha que te diga una cosa, chimpancé de bronce. Aquí no hay tal Señor, ni tal Profeta, ni es cuestión de quién da órdenes. ¿Entendido? ‑Su voz se convirtió en un mugido‑. ¡Y ahora, fuera de aquí!
‑‑Obedezco solamente al Maestro.
‑‑¡Al diablo el Maestro! ‑Donovan escupió sobre el tubo‑L‑. ¡Esto para el Maestro! ¡Haz lo que te digo!
Ni Cutie ni los demás robots dijeron una palabra, pero Donovan se dio cuenta de un aumento de tensión. Los ojos fríos aumentaron la intensidad de su color, y Cutie parecía más rígido que nunca.
‑‑¡Sacrílego! ‑murmuró, con voz metálica emocionada.
Donovan tuvo la primera sensación de miedo al ver aproximarse a Cutie.
Un robot "no puede sentir odio", pero los ojos de Cutie eran inescrutables

‑‑Lo siento, Donovan ‑dijo el robot‑, pero después de esto no podéis seguir por más tiempo aquí. Por consiguiente, Powell y tú tenéis vedado el acceso a la sala de control y la sala de máquinas.
Había hecho un gesto pausado y en el acto dos robots sujetaron los brazos de Donovan.
Donovan no tuvo tiempo de hacer más que una angustiada aspiración antes de sentirse levantado y llevado escaleras arriba a la velocidad de un buen galope.
Gregory Powell andaba arriba y abajo de la habitación, con el puño cerrado. Dirigió una intensa mirada de desesperación a la puerta y se acercó a Donovan amargamente.
‑‑¿Por qué diablos tenías que escupir contra el tubo‑L? Mike Donovan se desplomó sobre el sillón y golpeó el brazo furiosamente

‑‑¿Qué querías que hiciese con este espantajo electrificado? ¡No voy a doblegarme ante sus caprichos!, ¿ver dad? ‑‑No; pero ahora estamos en la sala de oficiales con robots de centinela en la puerta. Esto no es doblegarse, ¿verdad? ‑‑Espera a que lleguemos a la base

Alguien pagará todo esto ‑dijo Donovan‑. Los robots deben obedecernos.
Es la Segunda Ley.
‑‑¿De qué sirve esto? No nos obedecen. Y esto responde seguramente a una razón que descubriremos demasiado tarde. A propósito, ¿sabes lo que nos ocurrirá cuando estemos de regreso en la Base? Se detuvo delante del sillón de Donovan, furioso.
‑‑¿Qué? ‑‑¡Oh, nada!... Veinte años de Minas de Mercurio. O quiz el Presidio de Ceres.
‑‑¿Qué estás diciendo? ‑‑La tempestad de los electrones que se acerca. ¿Sabes que avanza directamente hacia el centro del haz de Tierra? Acababa de calcularlo cuando el robot me ha levantado de la silla.
¿Y sabes lo que le va a pasar al haz?
Porque la tormenta va a ser de ali vio. Que va a saltar como una pulga con el contacto. Y todo esto con Cutie solo en los controles, y si sale de foco... que el cielo proteja a la Tierra... y a nosotros.
Donovan sacudía frenéticamente la puerta cuando Powell estaba sólo a medio camino de ella. La puerta se abrió y el hombre de la Tierra avanzó, pero encontró un duro e inamovible brazo de acero que lo detuvo.
El robot lo miraba con indiferencia.
‑‑El Profeta ha dado orden de que no os mováis. Por favor, obedeced.
El brazo se movió, Donovan fue empujado hacia dentro y en aquel momento apareció Cutie por el fondo del corredor. Apartó con un gesto suavemente la puerta. Donovan se dirigió a Cutie jadeando, indignado.
‑‑¡Esto ha ido ya bastante lejos!
¡Vas a pagar cara la farsa!
‑‑Por favor, no te contraríes ‑dijo el robot con suavidad‑, tenía forzosamente que ocurrir. Los dos habéis perdido vuestra función...
‑‑Hasta que fui creado, vosotros velabais por el Maestro. Este privilegio me pertenece ahora a mí y por consiguiente, la razón de ser de vuestra existencia ha desaparecido.
¿No es esto evidente? ‑‑No mucho ‑respondió amargamente Powell‑, pero ¿qué crees que vamos a hacer ahora? Cutie no contestó en seguida. Permaneció silencioso como si reflexionase sobre el hombro de Powell. El otro agarró a Donovan por la muñeca y lo acercó.
‑‑Me gustáis los dos. Sois criaturas inferiores, pero siento realmente cierto afecto por vosotros. Habéis servido fielmente al Señor y Él os lo recompensar . Habiendo terminado vuestro servicio, no existiréis probablemente por mucho tiempo, pero mientras existáis, tenemos que procuraros comida, ropas y abrigo, a condición de que os manteng is apartados de la sala de controles y de máquinas.
‑‑¡Nos está poniendo a pensión, Greg! ‑gritó Donovan‑. ¡Haz algo!
¡Es humillante!
‑‑Oye, Cutie, no podemos tolerar esto. Somos los "amos". Esta Estación ha sido exclusivamente creada por seres humanos como yo, seres humanos que viven en la Tierra y otros planetas. Esto no es más que un colector de energía. Tú no eres más que...
¡Ay... cuerno!
Cutie movió la cabeza gravemente.
‑‑Esto frisa ya la obsesión. ¿Por qué insistís en un punto de vista tan radicalmente falso? Aun admitiendo que los no‑robot carecen de la facultad de razonar, queda todavía el problema de...
Su voz se desvaneció en un reflexivo silencio y Donovan dijo, en un susurro saturado de intensidad: ‑‑Si tuvieses un rostro de carne y hueso te lo rompería.
Con los dedos, Powell se acariciaba el bigote y sus ojos brillaban.
‑‑Escucha, Cutie, si no existe una cosa que se llama Tierra, ¿cómo te explicas lo que ves por el telescopio?
‑‑¡Perdona...!
‑‑¿Te he ganado, eh? ‑dijo Powell‑. Desde que estamos juntos has hecho muchas observaciones telescópicas, Cutie. ¿Has observado que muchos de estos puntos luminosos se convierten en disco cuando los ves así? ‑‑¡Oh, "esto"!... Sí, ciertamente

Es una mera ampliación con el propósito de dirigir más exactamente el haz.
‑‑¿Por qué no aumentan igualmente de tamaño las estrellas, entonces? ‑‑¿Quieres decir los demás puntos? No se les manda haz alguno, de manera que no necesitan ampliación. Verdaderamente, Powell, "incluso" deberías ser capaz de comprender esto.
‑‑¡Pero ves más estrellas a través del telescopio! ‑dijo Powell, mir ndolo perplejo‑. ¿De dónde vienen? ¿De dónde demonios vienen, por Júpiter? ‑‑Escucha, Powell ‑dijo Cutie, contrariado‑. ¿Crees que voy a perder el tiempo tratando de buscar interpretaciones físicas de todas las ilusiones ópticas de nuestros instrumentos? ¿Desde cu ndo puede compararse la prueba ofrecida por nuestros sentidos con la clara luz de la inflexible ra zón? ‑‑Mira ‑intervino Donovan súbitamente, liber ndose del amistoso, pero pesado brazo metálico de Cutie‑, vamos al fondo de la cuestión. ¿Para qué sirven los haces? Te estamos dando una explicación lógica. ¿Puedes hacer tú algo mejor? ‑‑Los haces de luz son emitidos por el Señor para cumplir sus designios.
Hay ciertas cosas ‑añadió elevando piadosamente los ojos‑ que no deben sernos probadas; en esta materia, trato sólo de servir y no de interrogar.
Powell se sentó y hundió el rostro en sus manos temblorosas.
‑‑Sal de aquí, Cutie. Sal de aquí y déjame pensar.
‑‑Te mandaré comida ‑dijo Cutie amablemente.
Un gruñido fue la única respuesta y el robot salió.
‑‑Greg ‑dijo Donovan en voz baja y sombría‑, esto requiere estrategia.
Tenemos que aplicarle un cortocircuito en el momento en que no lo espere. Acido nítrico concentrado en las articulaciones.
‑‑No digas tonterías, Mike.
¿Crees acaso que nos dejará acercarnos a él con cido nítrico en las manos? Tenemos que "hablar" con él, te digo. Tenemos que convencerlo de que nos deje tomar de nuevo posesión de la sala de control antes de cuarenta y ocho horas, o seremos reducidos a papilla. Pero ‑añadió balance ndose, desalentado ante su impotencia‑ ¿quién va a discutir con un robot? ‑‑Es vejatorio... ‑terminó Donovan.
‑‑¡Peor!
‑‑¡Oye! ‑dijo Donovan, ech ndose a reír‑. ¿Por qué discutir? ¡Demostrémoselo! Construyamos otro robot ante sus propios ojos. ¡Tendrá que tragarse sus palabras, entonces!
En el rostro de Powell apareció lentamente una sonrisa que se fue ensanchando.
‑‑¡Y piensa en su cara de espanto cuando nos vea hacerlo! ‑terminó Donovan.
Los robots son fabricados, desde luego, en la Tierra, pero su expedición a través del espacio es mucho más fácil si puede hacerse por piezas y montarlos en el sitio donde deben emplearse. Elimina además la posibilidad de que robots completamente montados vayan rondando por la Tierra, enfrentando de esta manera la U.S.
Robots con la estricta ley que prohíbe el uso de robots en la Tierra.
Sin embargo, esto hacía pesar sobre hombres como Powell y Donovan las necesidades de sintetizar robots completos, tarea laboriosa y complicada.
Powell y Donovan no se habían dado nunca tanta cuenta de la verdad de este hecho como el día en que, reunidos en la sala de montaje, emprendieron la creación de un nuevo robot bajo la inspección y vigilancia de Qt‑1, Profeta del Señor.
El robot en cuestión, un simple Mc, yacía sobre la mesa, casi terminado. Tres horas de trabajo lo habían dejado solo con la cabeza por terminar y Powell se detuvo para enjugarse la frente y mirar a Cutie.
La mirada no fue muy tranquilizado ra. Durante tres horas, Cutie había permanecido sentado, inmóvil y silencioso, y su rostro, siempre inexpresivo, era ahora absolutamente inescrutable.
‑‑¡Vamos ya con el cerebro, Mike!
‑gruñó Powell.
Donovan abrió un receptáculo herméticamente cerrado y del baño de aceite del interior sacó un segundo cubo.
Abriendo éste a su vez, sacó un globo de su revestimiento de esponja de goma.
Lo manejó r pidamente, porque era el mecanismo más complicado jamás creado por el hombre. En el interior de la tenue piel chapada de platino del globo, había un cerebro positónico, en cuya inestable y delicada estructura habían insertado senderos neutrónicos calculados, que dotaban a cada robot de lo que equivalía a una educación prenatal.
El cerebro se adaptaba exactamente a la cavidad craneana del robot. El metal azul se cerró y quedó sólidamente soldado por la diminuta llama atómica. Se adaptaron cuidadosamente los ojos electrónicos, fuertemente atorni llados en su lugar y cubiertos por una delgada hoja transparente de pl stico de la dureza del acero.
El robot sólo esperaba ya la vitalizadora corriente de una electricidad de alto voltaje, y Powell se detuvo con la mano sobre el interruptor.
‑‑Ahora mira esto, Cutie. ¡Fíjate atentamente!
El interruptor estableció el contacto y se oyó un zumbido. Los dos terrestres se inclinaron emocionados sobre su creación.
Al principio sólo se produjo un leve movimiento en las articulaciones

La cabeza se levantó, los codos se apoyaron sobre la mesa y el robot modelo Mc bajó torpemente al suelo. Su paso era inseguro y dos veces unos infructuosos gruñidos fueron todo lo que se consiguió sacarle en materia de palabra. Finalmente su voz, incierta y vacilante, adquirió forma.
‑‑Quisiera empezar a trabajar.
¿Dónde debo ir? Donovan corrió hacia la puerta.
‑‑¡Baja estas escaleras! ‑dijo‑.
Ya te dir n lo que debes hacer.
El robot Mc se había marchado y los dos hombres estaban solos delante del inconmovible Cutie.
‑‑Y bien, ¿crees ahora que te hemos hecho nosotros? ‑‑¡No! ‑fue la respuesta corta y categórica de Cutie.
Powell frunció intensamente el ceño y después fue relaj ndose. Donovan abrió la boca y permaneció así.
‑‑¿Lo veis? ‑continuó Cutie tranquilamente‑. No habéis hecho más que juntar piezas ya creadas. Lo habéis hecho extraordinariamente bien, por instinto supongo, pero en realidad no habéis "creado" el robot. Las piezas habían sido creadas por el Señor.
‑‑Escucha ‑dijo Donovan, con voz enronquecida‑, estas piezas han sido fabricadas en la Tierra y mandadas aquí.
‑‑Bien, bien... ‑dijo Cutie, tranquilizador‑, no discutamos...
‑‑No es ésta mi intención. ‑Donovan saltó hacia delante y agarró el brazo del robot‑. Si fueses capaz de leer los libros de la biblioteca, te lo explicarían de modo que no te que daría la menor duda.
‑‑¡Los libros... los he leído!
¡Todos! Son muy ingeniosos.
Powell intervino súbitamente.
‑‑Si los has leído, ¿qué más hay que decir? No puedes negar su evidencia. ¡No puedes!
‑‑Por favor, Powell ‑dijo Cutie con la compasión en la voz‑, no puedo considerarlos como una fuente válida de información. También ellos fueron creados por el Señor... y lo fueron para ti, no para mí.
‑‑¿Cómo has descubierto esto? ‑preguntó Powell.
‑‑Porque yo, como ser dotado de razón, soy capaz de deducir la Verdad de las Causas "a priori". Tú, ser inteligente, pero sin razón, necesitas que se te dé una explicación de la existencia, y esto es lo que hizo el Señor. Que te procurase estas visibles ideas de mundos lejanos y pueblos, es, sin duda, excelente.
Vuestras mentes son demasiado vulgares para comprender la Verdad absoluta. Sin embargo, puesto que es la voluntad del Señor que deis crédito a vuestros libros, no quiero discutir más con vosotros.
Al marcharse, se volvió y en tono más amable, dijo: ‑‑Pero no temáis nada. En el plan de las cosas del Señor hay sitio para todo. Vosotros, los pobres humanos, tenéis vuestro lugar, y, si bien es humilde, seréis recompensados si lo ocup is dignamente.
Se marchó con el aire de beatitud propio del Profeta del Señor y los dos seres humanos permanecieron solos, evitando mirarse.
‑‑V monos a la cama, Mike, abandono ‑dijo Powell haciendo un esfuerzo

‑‑Oye, Greg ‑dijo Donovan con voz ronca‑, ¿no creer s que tiene razón en todo esto, verdad? Parece tan seguro de sí mismo que...
‑‑No seas idiota ‑dijo Powell volviéndose r pido‑. Ya te convencer s de que la Tierra existe cuando vengan los relevos la semana próxima y tengamos que regresar a escuchar el concierto.
‑‑Entonces... ¡por la salud de Júpiter!, tenemos que hacer algo.
‑Casi lloraba‑. No nos cree ni a nosotros, ni a los libros, ni a sus ojos.
‑‑No ‑dijo Powell amargamente‑.
¡Es un robot con razón, maldita sea, con sus propios postulados! Cree sólo en la razón, y esto tiene un inconveniente... ‑Su voz se desvaneció.
‑‑¿Cu l es? ‑‑Que por la fría razón y la lógica se puede probar cualquier cosa... si encuentras el postulado apropiado.
Nosotros tenemos los nuestros y Cutie tiene los suyos.
‑‑Entonces veamos estos postulados en seguida. La tempestad es mañana.
‑‑Aquí es donde falla todo ‑dijo Powell con un suspiro de desaliento‑

Los postulados están establecidos por la suposición y reforzados por la fe.
Nada en el Universo puede conmoverlos. Me voy a la cama.
‑‑¡Oh, demonios! ¡No puedo dormir!
‑‑Yo tampoco. Pero siempre puedo intentarlo... por cuestión de principio.
Doce horas después el sueño seguía siendo esto, una cuestión de principio... inalcanzable, en la pr ctica.

* * *

La tormenta llegó a la hora prevista y el rubicundo rostro de Donovan se había quedado sin sangre. Powell, con los labios secos y las mandíbulas apretadas, miraba a través de la portilla y se tiraba desesperadamente del bigote.
En otras circunstancias, hubiera sido un maravilloso espectáculo. El chorro de electrones a alta velocidad que penetraba en el haz de energía florecía en forma de microscópicas partículas de intensa luz. El chorro se desparramaba por el vibrante vacío, formando un revoloteo de brillantes copos.
El haz de energía permanecía inmóvil, pero los dos terrestres sabían el valor de las apariciones a simple vista. Una desviación en arco de una centésima de milésima de segundo, invisible al ojo humano, era suficiente para apartar el haz de su foco, y convertir centenares de kilómetros cuadrados de la Tierra en incandescentes ruinas.
Y un robot, indiferente al haz, al foco y a la Tierra, a todo menos a su Señor, era dueño de los mandos.
Las horas pasaron. Los dos hombres seguían mirando en un silencio de hipnosis. La tormenta había cesado.
‑‑Se acabó ‑dijo Powell con voz incolora.
Donovan había caído en una especie de sopor y Powell lo miraba con envidia. La señal luminosa brillaba una y otra vez, pero ninguno de los dos prestaba atención a ella. Nada tenía importancia. Quiz en el fondo Cutie tuviese razón... y él no era más que un ser inferior con una memoria metódica y una vida que había sobrepasado su propósito.
¡Ojal fuese así! Cutie estaba ante él.
‑‑No habéis contestado a la señal, de manera que he venido ‑dijo en voz baja‑. No tenéis buen semblante y temo que el término de vuestra existencia no esté lejano. Sin embargo, ¿queréis ver algunas de las anotaciones registradas hoy? Powell se daba vagamente cuenta de que el robot trataba de mostrarse amistoso, quiz para apagar sus remordimientos, restableciendo a los humanos en el mando de la estación. Cogió las hojas de papel de la mano que se las tendía y las miró sin verlas.
‑‑Desde luego, es un gran prodigio servir al Señor ‑dijo Cutie, al parecer satisfecho‑. No debéis tomaros a mal que os haya reemplazado.
Powell lanzó un gruñido y siguió recorriendo maquinalmente las hojas de papel hasta que se fijó en una tenue línea roja que cruzaba la hoja.
Miró... y volvió a mirar. Se apoyó con fuerza sobre los puños y se levantó, sin dejar de mirar. Las demás hojas cayeron al suelo, mezcladas.
‑‑¡Mike! ¡Mike! ‑Sacudió a su amigo furiosamente‑. ¡"Se mantiene en dirección"!
‑‑¿Eh?... ¿Cómo? ‑preguntó Donovan, volviendo en sí, mirando también con los ojos salidos, la hoja que tenía delante.
‑‑¿Qué ocurre? ‑preguntó Cutie.
‑‑Te has mantenido en el foco ‑gritó Powell‑. ¿Lo sabías? ‑‑¿Foco? ¿Qué es eso? ‑‑Has mantenido el haz dirigido exactamente a la estación receptora..

dentro de una diezmillonésima de segundo de arco.
‑‑¿Qué estación receptora? ‑‑Tierra. La estación receptora es Tierra ‑balbució Powell‑. Has mantenido la dirección del foco.
Cutie giró sobre sus talones, contrariado.
‑‑Es imposible mostrar la menor amabilidad con vosotros. ¡Siempre el mismo fantasma! No he hecho más que mantener todas las esferas en equilibrio de acuerdo con la voluntad del Señor.
Y recogiendo los esparcidos papeles, se retiró secamente; una vez hubo salido, Donovan se volvió hacia Powell y dijo: ‑‑¡Júpiter me confunda!... Bien, ¿y qué hacemos ahora? ‑‑Nada ‑dijo Powell, cansado‑.
Nada. Nos ha demostrado que puede dirigir perfectamente la estación.
Jamás he visto hacer mejor frente a una tempestad de electrones.
‑‑Pero esto no resuelve nada. Ya has oído lo que ha dicho del Señor.
No podemos...
‑‑Mira, Mike, sigue las instrucciones del Señor a través de relojes, esferas, gr ficos e instrumentos. Esto es lo que siempre hemos hecho nosotros. En realidad, equivale a negarse a obedecer. La desobediencia es la Segunda Ley. No hacer daño a los humanos es la primera. ¿Cómo podía evitar hacer daño a los humanos sabiéndolo o no? Pues manteniendo el haz de energía estable. Sabe que es capaz de mantenerlo más estable que nosotros, ya que insiste en que es un ser superior, y por esto tiene que mantenernos alejados del cuarto de controles. Si tienes en cuenta las Leyes Robóticas, es inevitable.
‑‑Bien, pero no es ésta la cuestión. No podemos consentir que siga con el sonsonete ese del Señor.
‑‑¿Por qué no? ‑‑Porque ¿quién ha oído jamás decir estas tonterías? ¿Cómo vamos a dejar que siga manteniendo la estación si no cree en la existencia de la Tierra? ‑‑¿Puede dirigir la Estación? ‑‑Sí, pero...
‑‑Entonces, ¿qué más da que crea una cosa que otra? Powell extendió los brazos con una vaga sonrisa de satisfacción y cayó de espaldas sobre la cama. Estaba dormido.
Powell seguía hablando mientras luchaba por endosarse su ligera chaqueta del espacio.
‑‑Será muy sencillo. Puedes traer nuevos modelos Qt uno por uno, los equipas con un conmutador de lanzamiento automático que actúe en el plazo de una semana, como para darles tiempo de aprender... el... el culto del Señor, de boca del mismo Profeta; después los conmutas con otra estación para revitalizarlos. Podemos tener dos Qt por...
Powell levantó su visor de glasita y se rió.
‑‑C llate y vámonos de aquí. El relevo espera y no estaré tranquilo hasta que sienta la superficie de la Tierra bajo mis pies..., sólo para estar seguro de que realmente existe.
La puerta se abrió mientras estaba hablando y Donovan volvió a cerrar inmediatamente el visor de glasita, volviéndose enojado hacia Cutie.
El robot se acercó a ellos lentamente.
‑‑¿Os vais? ‑preguntó con una nota de pesar en la voz.
‑‑Vendr n otros en nuestro lugar ‑respondió Powell.
‑‑Vuestro tiempo de servicio ha terminado y la hora de la disolución ha llegado ‑dijo Cutie con un suspiro‑. Lo esperaba, pero... En fin, la voluntad del Señor debe cumplirse...
‑‑Ahorra tu compasión ‑saltó Powell, indignado por el tono resignado de Cutie‑. Nos vamos a la Tierra, no a la disolución.
‑‑Es mejor que lo cre is así ‑suspiró nuevamente el robot‑. Ahora comprendo la cordura de la ilusión.
No quisiera tratar de conmover vuestra fe, aunque pudiese. ‑Y se marchó, convertido en la imagen de la compasión.
Powell se echó a reír y se dirigió hacia Donovan. Con las maletas cerradas en la mano, se encaminaron hacia la compuerta neumática.
La nave estaba en el rellano exterior y Franz Muller, su relevo, los saludó con rígida cortesía. Donovan le prestó escasa atención y entró en la cabina del piloto a tomar los mandos de Sam Evans.
‑‑¿Cómo va la Tierra? ‑preguntó Powell, qued ndose atr s.
Era una pregunta bastante convencional y Muller dio la respuesta convencional que merecía: ‑‑Sigue girando.
‑‑Bien ‑dijo Powell.
‑‑En el U.S. Robots han ideado un nuevo tipo, a propósito ‑dijo Muller, mir ndole‑. Un robot múltiple.
‑‑¿Un qué? ‑‑Lo que he dicho. Hay un importante contrato de ellos. Tiene que ser adecuado para los trabajos de minería en los asteroides. Es un robot principal, con seis sub‑robots alrededor. Como tus dedos.
‑‑¿Lo han probado ya? ‑preguntó Powell con ansiedad.
‑‑Te están esperando a ti, he oído decir ‑dijo Muller sonriendo.
‑‑¡Maldita sea!... ‑exclamó Powell, cerrando el puño‑. Necesito vacaciones.
‑‑¡Oh, las tendr s! Dos semanas, creo.
Se estaba poniendo los gruesos guantes del espacio prepar ndose para su estancia allí y sus espesas cejas se juntaron.
‑‑¿Y qué tal va este nuevo robot? Será mejor que se porte bien; o antes me condeno que dejarle tocar los mandos.
Powell hizo una pausa antes de contestar. Sus ojos recorrieron el cuerpo del orgulloso prusiano desde su cabello encrespado hasta los pies, reglamentariamente cuadrados..., y un súbito resplandor de sincera alegría recorrió su cuerpo.
‑‑El robot es muy bueno ‑dijo lentamente‑. No creo que tengas que preocuparte mucho de los mandos...
Hizo una mueca y entró en la nave.
Muller tenía que estar allí varias semanas...





Discontinuidades

Primera Discontinuida: Copernico. Sistema Heliocentrico




Segunda Discontinuidad : Darwin. Teoria de la Evolucion




Tercera Discontinuidad : Freud .Teoria del Inconsciente




Cuarta discontinuidad: Inteligencia Artificial




Carabajal Valeria
Quilodran Emilio

Sunday, April 27, 2008

Discontinuidades

Primera discontinuidad: Copérnico... con humor!

Nicolás Copérnico - en polaco Mikołaj Kopernik, en latín Nicolaus Copernicus (Toruń, Prusia, Polonia, 19 de febrero de 1473 – Frombork, Prusia, Polonia, 24 de mayo de 1543) fue el astrónomo que formuló la primera Teoría heliocéntrica del Sistema Solar. Su libro, "De Revolutionibus Orbium Coelestium" (de las revoluciones de las esferas celestes), es usualmente concebido como el punto inicial o fundador de la astronomía moderna. Copérnico pasó cerca de veinticinco años trabajando en el desarrollo de su modelo heliocéntrico del universo. En aquella época resultó difícil que los científicos lo aceptaran, ya que suponía una auténtica revolución.
Entre los grandes eruditos de la Revolución Científica, Copérnico era matemático, astrónomo, jurista, físico, clérigo católico, gobernador, administrador, líder militar, diplomático y economista. Junto con sus extensas responsabilidades, la astronomía figuraba como poco más que una distracción.
Mientras que la teoría heliocéntrica había sido formulada por sabios griegos, hindúes y musulmanes siglos antes que Copérnico, su reiteración de que el Sol (en lugar de la Tierra) está en el centro del Sistema Solar es considerada como una de las teorías más importantes en la historia de la ciencia occidental.
La ruptura básica que representaba para la ideología religiosa medieval, la sustitución de un cosmos cerrado y jerarquizado, con el hombre como centro, por un universo homogéneo e infinito, situado alrededor del Sol, hizo dudar a Copérnico de publicar su obra, siendo consciente de que aquello le podía acarrear problemas con la Iglesia.
La primera edición del "De Revo
lutionbus" aparece en 1543 (el mismo año de la muerte del autor), con una larga introducción en la que dedica la obra al Papa Pablo III, atribuyendo su motivo ostensible para escribirla a la incapacidad de los astrónomos previos para alcanzar un acuerdo en una teoría adecuada de los planetas y haciendo notar que si su sistema incrementaba la exactitud de las predicciones astronómicas, esto permitiría que la Iglesia desarrollara un calendario más exacto (un tema por entonces de gran interés y una de las razones para financiar la astronomía por parte de la Iglesia).

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Segunda discontinuidad: Darwin
Charles Robert Darwin (12 de febrero de 1809, Shrewsbury, Inglaterra - 19 de abril de 1882, Kent, Inglaterra), biólogo británico. Sentó las bases de la moderna teoría de la evolución, al plantear el concepto de evolución de las especies a través de un lento proceso de selección natural.
La selección natural y el origen de las especies
La selección natural es un mecanismo evolutivo que se define como la reproducción diferencial de los genotipos en el seno de una población biológica. Concebida en su forma inicial por Charles Darwin (e, independientemente, por Alfred Russell Wallace), fue posteriormente reformulada en la actual teoría de la evolución, la Síntesis moderna. En Biología evolutiva se considera la principal causa del origen de las especies y de su adaptación al medio.
La formulación clásica de la selección natural, establece que las condiciones de un medio ambiente,favorecen o dificultan es decir seleccionan la supervivencia y por lo tanto la reproducción de los organismos vivos según sean sus peculiaridades. La selección natural fue propuesta por Darwin como medio para explicar la evolución biológica. Esta explicación parte de dos premisas. La primera de ellas afirma que entre los descendientes de un organismo hay una variación aleatoria, no determinista, que es en parte heredable. La segunda premisa sostiene que esta variabilidad puede dar lugar a diferencias de supervivencia y de éxito reproductor, haciendo que algunas características de nueva aparición se puedan extender en la población. La acumulación de estos cambios a lo largo de las generaciones produciría todos los fenómenos evolutivos.
La selección natural puede ser expresada como la siguiente ley general,tomada de la conclusión de El origen de las especies:
"Existen organismos que se reproducen y la progenie hereda características de sus progenitores,existen variaciones de características si el medio ambiente no admite a todos los miembros de una población en crecimiento. Entonces aquellos miembros de la población con características menos adaptadas (según lo determine su medio ambiente) morirán con mayor probabilidad. Entonces aquellos miembros con características mejor adaptadas sobrevivirán más probablemente."
Darwin, El Origen de las especies.

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Tercera discontinuidad: Freud
Sigismund Schlomo Freud (Freiberg, 6 de mayo de 1856 - Londres, 23 de septiembre de 1939), más conocido como Sigmund Freud, fue un médico, neurólogo y librepensador austríaco, y el creador del psicoanálisis.
Comenzó su carrera interesándose por la hipnosis y su uso para tratar a enfermos mentales. Más tarde, aunque mantuvo en la terapia varios aspectos de esta técnica, reemplazó la hipnosis por la asociación libre y el análisis de los sueños, para desarrollar lo que, actualmente, se conoce como «la cura del habla». Todo esto se convirtió en punto de partida del psicoanálisis.
Freud se interesó especialmente en lo que entonces se llamaba histeria (hoy en día trastorno de conversión según el DSM-IV) y en la neurosis (actualmente esta clasificación fue descartada por la psiquiatría y aparece en la nosología psicoanalítica reclasificada bajo distintas denominaciones: afecciones psicosomáticas, neurosis y psicosis).
Las innovaciones de Freud
Freud innovó en dos campos. Simultáneamente, desarrolló una teoría de la mente y de la conducta humana, y una técnica terapéutica para ayudar a personas con afecciones psíquicas. Algunos de sus seguidores afirman estar influidos por uno, pero no por el otro campo.
Probablemente, la contribución más significativa que Freud ha hecho al pensamiento moderno es la de intentar darle al concepto de lo inconsciente (que tomó de Eduard von Hartmann, Schopenhauer y Nietzsche) un estatus científico (no compartido por varias ramas de la ciencia y la psicología). Sus conceptos de inconsciente, deseos inconscientes y represión fueron revolucionarios; proponen una mente dividida en capas o niveles, dominada en cierta medida por voluntades primitivas que están escondidas a la consciencia y que se manifiestan en los lapsus, actos fallidos y los sueños.

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Cuarta discontinuidad: Inteligencia artificial
Se denomina inteligencia artificial a la rama de la informática que desarrolla procesos que imitan a la inteligencia de los seres vivos. La principal aplicación de esta ciencia es la creación de máquinas para la automatización de tareas que requieran un comportamiento inteligente. Algunos ejemplos se encuentran en el área de control de sistemas, planificación automática, la habilidad de responder a diagnósticos y a consultas de los consumidores, reconocimiento de escritura, reconocimiento del habla y reconocimiento de patrones. Los sistemas de IA actualmente son parte de la rutina en campos como economía, medicina, ingeniería y la milicia, y se ha usado en gran variedad de aplicaciones de software, juegos de estrategia como ajedrez de computador y otros videojuegos. El matemático sudafricano, Seymour Papert, es considerado pionero en esta ciencia.

Irene Michotte


Tercera Discontinuidad: Teoria del Inconsciente


Esta teoria esta difundida por el creador del psicoanalisis: Sigmund Freud.

En los comienzos de su obra, Freud (1900, 1901 y 1905, por ejemplo) concebía el inconsciente como el lugar psíquico en el que se encontraban, sometidas a unas leyes de funcionamiento específicas (proceso primario y principio del placer), todas aquellas representaciones que eran excluidas de la conciencia, mediante el mecanismo de la represión, por la angustia y/o culpa que generaban. Sobre la base de esta concepción del inconsciente, Freud elaboró su teoría sobre la génesis, modificación y tratamiento de los trastornos mentales. En este sentido, desde "Sobre el mecanismo psíquico de fenómenos histéricos: comunicación preliminar" (1893) hasta Esquema del psicoanálisis (1940), consideró que los síntomas surgían porque determinadas representaciones no encontraban su lugar en la conciencia y alojadas en el inconsciente, regidas por las leyes de funcionamiento de este sistema, pugnaban por emerger. En íntima conexión con esta teoría sobre la génesis de los trastornos mentales, desarrolló su concepción de la cura de los mismos: los síntomas se resolvían haciendo consciente lo inconsciente, llenando las lagunas mnésicas, levantando la represión, recuperando los recuerdos infantiles, expresiones todas ellas que consideró equivalentes. La solución terapéutica, según Freud, consistía, por tanto, en incorporar a la conciencia lo que se había excluido de ella, para que, de esta manera, y sometido a la "corrección asociativa", pasase a funcionar según la lógica de la conciencia. En el seno de esta teoría de la cura, la interpretación por parte del terapeuta, como posteriormente planteó Strachey (1934) de forma aún más radical, aparece como la herramienta técnica fundamental para incrementar el saber de la conciencia, para incrementar el conocimiento de la conciencia.
Sin embargo, en el transcurso de su obra, Freud introdujo modificaciones, algunas de ellas sustanciales, en la teoría del inconsciente. Estas modificaciones en la teoría del inconsciente deberían haberlo llevado, si hubiera respetado la necesaria articulación entre la teoría del inconsciente y la teoría psicopatológica propuesta por él mismo, a una reformulación de la teoría psicopatológica o, al menos, a una reformulación de un sector importante de la misma. Pero Freud no reexaminó la clínica a la luz de sus nuevas concepciones sobre el inconsciente. A pesar de la profunda reformulación de la teoría del inconsciente realizada entre mediados de los años diez ("Recordar, repetir y reelaborar", 1914) y comienzo de los años treinta ("La descomposición de la personalidad psíquica", Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis, 1933), Freud continuó creyendo hasta el final de su vida que los síntomas psíquicos se resolvían haciendo consciente lo inconsciente, es decir, aumentando el saber consciente verbal durante el tratamiento, ya fuera mediante la interpretación transferencial, como plantea en Esquema del psicoanálisis (1940), o, como indica en "Construcciones en el análisis" (1937), mediante la construcción o la reconstrucción. En este sentido, puede decirse que en psicoanálisis la teoría psicopatológica está retrasada con respecto a la teoría del inconsciente (Ingelmo & Ramos, 1997).
Sabrina Campos Osorio
Gabriel Prado

3ra Discontinuidad


Peralta, Jonathan
Pino, Lionel

Segunda discontinuidad: Teoria de la evolucion


Segunda discontinuidad: La teoria de la evolucion

Presentada por Charles Darwin, quien entendió que toda población consiste de individuos ligeramente distintos unos de otros. Las variaciones que existen entre los individuos hace que cada uno tenga distintas capacidades para adaptarse al medio natural, reproducirse exitosamente y transmitir sus rasgos a su descendencia. Al paso de las generaciones, los rasgos de los individuos que mejor se adaptaron a las condiciones naturales se vuelven más comunes y la población evoluciona. Darwin llamó a este proceso "descendencia con modificación". Del mismo modo, la naturaleza selecciona las especies mejor adaptadas para sobrevivir y reproducirse. Este proceso se conoce como "selección natural".

El pensamiento de Darwin también estuvo muy influenciado por las ideas de Thomas Malthus, que escribió que la población humana tendía a crecer exponencialmente y con ello a acabarse los recursos alimenticios disponibles. Esto provoca crisis que lleva a los individuos a competir entre ellos por la supervivencia. Darwin creía que las variaciones en los rasgos hereditarios de los individuos los hacía más o menos capaces de enfrentarse a la competencia por los recursos.
Más de 20 años después de que comenzó a elaborar sus ideas acerca de la evolución, Darwin publicó su teoría en el libro El origen de las especies (1859). Su publicación provocó grandes controversias y se opusieron a él los pensadores religiosos porque echaba por tierra la teoría creacionista y movía al ser humano del centro de la Creación. Este libro convenció a los científicos y al público educado de que los seres vivos cambian con el tiempo.


La teoría de la evolución que postuló Darwin tuvo un enorme impacto en el pensamiento europeo de la segunda mitad del siglo XIX. Los principales argumentos de El origen de las especies, que se publicó en 1859 son:
1. Los tipos biológicos o especies no tienen una existencia fija ni estática sino que se encuentran en cambio constante.
2. La vida se manifiesta como una lucha constante por la existencia y la supervivencia.
3. La lucha por la superviviencia provoca que los organismos que menos se adaptan a un medio natural específico desaparezcan y permite que los mejores adaptados se reproduzcan, a este proceso se le llama "selección natural".
4. La selección natural, el desarrollo y la evolución requieren de un enorme período de tiempo, tan largo que en una vida humana no se pueden apreciar estos fenómenos.
5. Las variaciones genéticas que producen el incremento de probabilidades de supervivencia son azarosas y no son provocadas ni por Dios (como pensaban los religiosos) ni por la tendencia de los organismos a buscar la perfección (como proponia Lamarck).

La obra de Charles Darwin sentó las bases de la biología evolutiva moderna. Y aunque actualmente se sabe que las especies han evolucionado a lo largo del tiempo, aún no está muy claro cómo ha sucedido esto


Sabrina Campos Osorio

Gabriel Prado





2da Discontinuidad


Peralta Jonathan

Pino Lionel

Publicidad Samsung Webcam Monitor



Lo que me pareció interesante de esta publicidad, que consta de dos afiches, es que muestra la alta calidad del producto mediante una metáfora poco común; en el sentido que en general, se usan los perros para todo lo que es veterinaria o para representar hogar, familia, seguros de hogar, etc., y no cutting-edge technology.

Irene Michotte

Sistema heliocéntrico




Aca podemos ver la primera de las discontinuidades, presentada por Nicolas Copernico, y apoyado por Galileo Galilei, y Giordano Bruno, el Sistema heliocéntrico:

En el siglo XVI, Nicolás Copérnico publicó un modelo del Universo en el que el Sol (y no la Tierra) estaba en el centro. Las anteriores hipótesis se mantenían desde el siglo II, cuando Tolomeo había planteado un modelo geocéntrico que fue utilizado por astrónomos y pensadores religiosos durante muchos siglos.Copérnico planteó y discutió el modelo heliocéntrico en su obra "De revolutionibus orbium caelestium" que se publicó justo antes de su muerte en 1543.La teoría de Copérnico establecía que la Tierra giraba sobre sí misma una vez al día, y que una vez al año daba una vuelta completa alrededor del Sol. Además afirmaba que la Tierra, en su movimiento rotatorio, se inclinaba sobre su eje (como un trompo). Sin embargo, aún mantenía algunos principios de la antigua cosmología, como la idea de las esferas dentro de las cuales se encontraban los planetas y la esfera exterior donde estaban inmóviles las estrellas.



Sabrina Campos Osorio
Gabriel Prado

PROGRAMA DE LAS CLASES DE 2008




Sunday, April 20, 2008

Publicidad IPOD



Uno de los argumentos de venta del iPod de Apple es la posibilidad de almacenar más de 1.000 canciones, y éste es el mensaje que se transmite a través de esta publicidad.
Una muy buena publicidad más por la grandeza de su ejecución que por la originalidad del concepto.

Gabriela Zapata



Encuentro una relación de metáfora en la imagen . La navaja swiss siempre tenia los justo y necesario que uno podía llegar a disponer en cualquier situación de la vida.
En este caso te dice que i phone, tiene todo lo indispensable para el hombre tecnológico de hoy en día.

Valeria Carabajal.

Monday, April 14, 2008

Personal 3g Cordoba.
Esta publicidad, muestra un gran avance de la tecnología para beneficio en la comunicación, a distancia, entre las personas. Se puede ver como un bebe , que no llega al año de edad ayudado por su madre , esta en contacto con su papa, el cual esta en su trabajo, siendo que años atrás era imposible estar en contacto visual de un hijo con su padre mientras este trabajaba aunque si telefónicamente.
Esto nos brinda una gran posibilidad de estar en contacto multimedia de forma individual y móvil ,de personas ubicadas en distintos lugares, ya que existe también una forma parecida de contacto multimedia la “video-conferencia” o por “web cam” que consiste en lo mismo pero con equipos mas complejos y otro tipo de conexión.

Maria, Delía
Personal 3g Cordoba.
Esta publicidad, muestra un gran avance de la tecnología para beneficio en la comunicación, a distancia, entre las personas. Se puede ver como un bebe , que no llega al año de edad ayudado por su madre , esta en contacto con su papa, el cual esta en su trabajo, siendo que años atrás era imposible estar en contacto visual de un hijo con su padre mientras este trabajaba aunque si telefónicamente.
Esto nos brinda una gran posibilidad de estar en contacto multimedia de forma individual y móvil ,de personas ubicadas en distintos lugares, ya que existe también una forma parecida de contacto multimedia la “video-conferencia” o por “web cam” que consiste en lo mismo pero con equipos mas complejos y otro tipo de conexión.

Maria, Delía

Tributo a Soda Sterreo

Considero que la música y sus instrumentos tienen mucho de tecnología, por eso elegí este video musical.
En esta publicidad en donde hacen un tributo a una banda, se puede ver y escuchar diferentes formas de tecnologías. En el trascurso de la canción diferentes individuos interpretan fragmentos del tema con diferentes instrumentos, diferentes tecnologías, y entre todos se escucha la canción entera, con formas y tonos distintos de hacer música.
El auspiciante de la publicidad es una empresa de telefonía: "Personal" una compañia con grandes avances en tecnología.

http://www.youtube.com/v/0jTTAAWCbEc&hl=es">

Pérez Valeria

Definiciones de Tecnología

tecnología.

(Del gr. τεχνολογία, de τεχνολόγος, de τέχνη, arte, y λόγος, tratado).

1. f. Conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico.
2. f. Tratado de los términos técnicos.
3. f. Lenguaje propio de una ciencia o de un arte.
4. f. Conjunto de los instrumentos y procedimientos industriales de un determinado sector o producto.

Diccionario de la Real Academia Española – 2008
http://www.rae.es


La modificación sistemática del entorno físico con fines humanos (L. White, 1979)

El área de conocmiento relacionado con el diseño de artefactos y la planificación de su realización, operación, ajustse, mantenimiento y monitorización a la luz del conocimiento cinetífico (M. Bunge, 1985).

La tecnología es la rama del conocimietno que pretende cambiar el mundo. Para esto diseña artefactos y procedimientos que alteran la naturaleza o la sociedad. Las socio -tecnologías, tales como la pedagogía, el derecho y la administración, tienen una misión diferente. Ellas diseñann métodos para modificar la conducta humana y, en particular, para hacerla más eficaz (aunque no siempre mejor) y resolver conflictos. Estas disciplinas se ocupan, pues, de diseñar reglas para la acción racional y la convivencia (M. Bunge, 2001).

Banda anchca movil

http://youtube.com/watch?v=4rU3x83k3Uo

En este comercial vemos que mediante las nuevas tecnologías, podemos acceder a intenet mediante banda ancha desde la comodidad de nuestros teléfonos celulares, lo cual antes podiamos realizar solamente desde nuestros hogares. Todo esto sacando la parte cómica de la publicidad.

Peralta, Jonathan Nicolas

moto rokr (pino, lionel)

Esta publicidad muestra todas las nuevas funciones del motorola rokr, su evolucion y la incorporación de las ultimas tecnologías en comunicacion, conectividad y entretenimiento.

les dejo el link del video....

saludos

http://es.youtube.com/watch?v=NcCcLHdGLMg&feature=related

Sunday, April 13, 2008

Campaña de Prevención







Publicidad que comunica un mensaje de concientización sobre los accidentes causados por el abuso de alcohol.

Sabrina Campos

Basta de cazar animales



Un ejemplo de como se puede comunicar un tema muy grave como es la caza indiscriminada y como de esa manera las especies empiezan a extinguirse.
Gracias a la utilización de la tecnología, como es la pc y ciertos programas de tratamiento de imagen, se puede lograr una publicidad como la siguiente, intentando concientizar a la gente de la caza de animales.
Por si no se llega a ver el cartel que esta abajo a la derecha, dice "para hacer un abrigo de piel se necesitan 120 crías"

Saludos compañeros

Gabriel Prado

Imagen de Tecnologia
CLASE DEL 14 DE ABRIL

QUÉ SON:
Denotación y connotación
Lengua y habla.

Elementos que componen el proceso de comunicación
Emisor, mensaje, receptor , canal, código, contexto. Ruido

Comunicación visual
Códigos visuales : fotográfico, tipográfico, morfolológico, cromático.
Modificación del mensaje . Según receptor y contexto
Retórica: metáfora (una cosa sugiere otra), metonimia (una parte por el todo). Aplicaciones en la publicidad

Historia de la comunicación:
Primero:verbal
Signos, símbolos, ideogramas, dibujos (Lascaux)
Alfabeto
Imprenta: libros
TV
Internet


Comunicación eficiente:
Combina:
Imágenes, palabras y sonidos y tiene en cuenta los códigos visuales..


DEFINICIONES DE TECNOLOGÍA
1) Conjunto de teorías y técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico. (Diccionario de la Real Academia española)
2) Rama del conocimiento que pretende cambiar el mundo, y para esto diseña artefactos y procedimientos que alteran la naturaleza y la sociedad. (Tomado de Mario Bunge)

Sunday, April 6, 2008

Tecno


Prueba.......
Gabriela Zapata

Testing


Testing blog...

Irene Michotte